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Félix Máximo López (1742-1821) se rebela ante la sociedad




Félix Máximo López, bautizado en la iglesia de San Ginés en Madrid, aunque con algunas dudas acerca de si había nacido en Alcalá de Henares, comenzó su vida en la música desde temprana edad. Su innegable talento para el órgano le llevó a aprender con los curas, quienes por entonces eran los únicos que enseñaban música, o quizás con familiares o amigos de éstos, o incluso con algún maestro local.


Su virtuosismo lo destacó rápidamente, y a través de duras oposiciones, logró ingresar como cuarto organista de la Real Capilla en el majestuoso Palacio Real de Madrid.


La Real Capilla era el epicentro de la música sacra en la corte española, y Félix Máximo López se encontraba en el corazón de esta vibrante escena musical. A lo largo de su larga carrera, sirvió a cuatro monarcas diferentes, cada uno con sus gustos musicales y demandas únicas. Sus manos expertas hacían que el órgano de la capilla cobrara vida en cada ceremonia real, desde bodas hasta funerales.


En sus momentos de descanso, Félix Máximo López exploraba su afinidad por el arte, la cultura y la justicia social. En el Palacio Real, tuvo el privilegio de conocer a destacados artesanos de la corte, como Francisco Flórez y Francisco Fernández, quienes construían los mejores fortepianos españoles. Su amistad con estos maestros artesanos lo llevó a experimentar con nuevos sonidos y a desarrollar una apreciación única por la música de cámara.


Sin embargo, su amistad más destacada fue con el gran pintor Francisco Goya. Ambos compartían pasiones similares por la tauromaquia y la justicia social. Pasaban horas conversando sobre arte y política en el Palacio Real, y Félix Máximo López incluso sirvió de modelo en algunas de las pinturas de Goya.




La educación de Félix Máximo López no se limitaba a la música y las artes. Pasaba horas en la Biblioteca del Palacio Real, explorando textos antiguos y contemporáneos. Su mente inquisitiva se nutría constantemente con nuevos conocimientos y perspectivas.


A lo largo de los años, Félix Máximo López también fue testigo de numerosos eventos históricos que llegaban a la corte a través de documentos actualizados. Desde los vientos de cambio de la Revolución Francesa hasta las tensiones políticas en España, estaba al tanto de los acontecimientos que sacudían el mundo a su alrededor.


La vida de Félix Máximo López fue una sinfonía de música, amistad y conocimiento. Su legado perduró mucho después de su muerte en 1821, y su contribución a la cultura española sigue siendo recordada como un ejemplo de excelencia y pasión en la música y las artes.


Félix Máximo López, el virtuoso organista de la Real Capilla en Madrid, mantenía su música en las sombras, a pesar de ser considerado el mejor y más importante instrumentista español de su tiempo. En una era en la que la comunicación no fluía como hoy en día, su genio musical pasaba en gran medida desapercibido para el público en general.


Sin embargo, hubo un momento que cambió todo. En una ocasión, mientras se dirigía en su carruaje desde Madrid a Aranjuez, se encontró con un viaje que se convirtió en una peripecia llena de anécdotas surrealistas. El trayecto estaba lleno de baches y desafíos imprevistos, desde caballos desbocados hasta enfrentamientos con bandidos en las carreteras polvorientas.


Pero lo que marcó un antes y un después en la vida de Félix Máximo López fue su encuentro fortuito con el famosísimo castrati, Farinelli. El castrati era conocido en toda Europa por su asombrosa voz, y su presencia en el Palacio de Aranjuez para un fastuoso evento musical había generado gran expectación.


En medio de la odisea de su viaje, Félix Máximo López tuvo la oportunidad de conocer a Farinelli en persona. Fue un encuentro inolvidable en un entorno poco común. Ambos artistas compartieron historias sobre sus respectivas carreras y se maravillaron mutuamente por sus habilidades musicales únicas.




Pero eso no era todo. En aquel evento en el Palacio de Aranjuez, también se encontraba el prestigioso compositor Luigi Boccherini. La presencia de Boccherini añadió un nivel adicional de emoción y reconocimiento al espectáculo musical, ya que era conocido por sus composiciones excepcionales.


Farinelli, con su voz celestial, Félix Máximo López en el órgano y Luigi Boccherini con sus composiciones, se unieron en un evento musical que dejó una huella imborrable en la historia de la música. Esta colaboración extraordinaria elevó a López a nuevas alturas de reconocimiento, convirtiéndolo en un renombrado músico cuyo legado musical perduraría a través de los siglos.


La colaboración musical entre Félix Máximo López, Farinelli y Luigi Boccherini en el Palacio de Aranjuez se convirtió en un evento legendario que dejó una huella imborrable en la memoria de quienes tuvieron el privilegio de presenciarlo. Sin embargo, lo que hizo que este evento fuera aún más memorable fue el cuadro que el gran pintor Francisco Goya creó para inmortalizarlo.


Goya, siendo amigo cercano de Félix Máximo López y compartiendo su pasión por la música y la justicia social, se sintió inspirado por esta colaboración única. Pasó meses trabajando en su obra maestra, que representaba el concierto en el Palacio de Aranjuez, con López dirigiendo la orquesta barroca, Farinelli deslumbrando con su voz y Boccherini creando música con su violonchelo. Era una representación vívida de la sinergia musical y la camaradería entre estos tres maestros de sus respectivas disciplinas.


El cuadro de Goya se convirtió en la envidia de la corte y atrajo la atención de todos los amantes del arte y la música de la época. Vicente López, un destacado pintor de la misma era, alabó la obra con entusiasmo, considerándola la obra maestra más importante de Goya.


Sin embargo, a lo largo de los años, el cuadro se perdió en circunstancias misteriosas. A pesar de los esfuerzos incansables por parte de coleccionistas de arte, historiadores y amantes de Goya, nunca se pudo rastrear su paradero. La pintura se convirtió en una leyenda en sí misma, un tesoro perdido que alimentaba las conversaciones en la comunidad artística.





La búsqueda del cuadro de Goya sobre el concierto en el Palacio de Aranjuez se convirtió en una obsesión para algunos, y las pistas eran escasas. Sin embargo, la esperanza se renovó cuando ciertos manuscritos antiguos fueron descubiertos en el Monasterio de Montserrat. Estos manuscritos sugerían que la pintura podría ser la obra maestra más importante de Goya, una creación que nunca debería haber desaparecido.


La búsqueda del cuadro perdido de Goya continúa hasta el día de hoy, alimentada por el deseo de recuperar esta joya artística y musical. La misteriosa desaparición del cuadro solo ha aumentado su aura de leyenda, y su valor sigue siendo incalculable. La historia del concierto en Aranjuez, capturada por el pincel de Goya, continúa intrigando a amantes del arte y la música de todo el mundo, esperando ser redescubierta algún día y celebrada como la obra maestra que merece ser.




La invitación de Francisco Goya a Félix Máximo López, Farinelli y Luigi Boccherini a una corrida de toros no tuvo lugar en la Plaza de Toros de Madrid, sino en una plaza de toros de propiedad de Goya, una estructura impresionante y hermosa que el pintor había diseñado y construido personalmente en su propiedad.


El día de la corrida llegó, y los tres músicos, acompañados por Goya, se encontraron en medio de la multitud que llenaba la plaza de toros privada de Goya. La pasión y la emoción en el aire eran palpables mientras Pepe-Hillo se enfrentaba valientemente a los toros. La destreza y el valor del torero dejaron a todos los presentes sin aliento, y la música de la banda sonaba triunfante en los momentos clave de la lidia.


Después de la emocionante corrida, Goya decidió llevar a sus amigos músicos a una fiesta que él mismo había organizado en su casa. La fiesta fue un auténtico festín de comida popular española, donde no faltaban los platos de fiambres, paella, y por supuesto, abundante vino.


La casa de Goya se llenó de vida y música, ya que músicos locales se unieron a la celebración. Bailarinas talentosas llenaron el espacio con sus danzas apasionadas, mientras los invitados disfrutaban de la comida, el vino y la música en vivo. Era una juerga que cundió entre los rumores de la época como la fiesta del siglo.


Los músicos, después de la emocionante experiencia en la plaza de toros privada de Goya, se entregaron al espíritu festivo de la velada. Farinelli cantó arias conmovedoras, Boccherini tocó su violonchelo con maestría y López improvisó danzas inverosímiles y voluptuosas en el fortepiano que Goya tenía en su casa. La música llenó el aire, mezclándose con el bullicio y la alegría de la fiesta.


La fiesta organizada por Goya en su propia plaza de toros se convirtió en un tema de conversación en toda la corte y la ciudad. Los rumores sobre la extravagancia y el entusiasmo de la noche se extendieron, y la velada fue recordada como un momento inolvidable en la vida de estos destacados artistas y músicos.


Esta anécdota ilustra la pasión y el espíritu de camaradería que compartían Goya, López, Farinelli y Boccherini, así como su deseo de vivir la vida al máximo, celebrando la belleza del arte, la música y la cultura española en su máxima expresión.




Hace muchos años, en una época en la que la música y el arte eran regidos por estrictas normas sociales y religiosas, Félix Máximo López compuso una obra musical que él mismo tituló "La Danza de los Músicos Borrachos". Esta obra era una creación única e irreverente, inspirada en aquella memorable jornada en la plaza de toros de Francisco Goya, donde la música, la fiesta y el vino fluían sin restricciones.


La composición de López era una auténtica fábula musical que narraba la historia de tres músicos y su encuentro en una celebración desenfrenada. Cada nota reflejaba la alegría y la embriaguez de la fiesta, con melodías alegres y ritmos traviesos que evocaban la sensación de la música y el vino mezclándose en un torbellino de diversión.


Sin embargo, la obra de López pronto se ganó la desaprobación de las autoridades eclesiásticas y sociales de la época. El título, "La Danza de los Músicos Borrachos", era considerado escandaloso y poco apropiado para la moralidad de la sociedad de entonces. La Iglesia y otros sectores conservadores consideraban que la música debía ser seria y respetuosa, y esta composición desafiaba esas convenciones.


Debido a la presión de las autoridades y el clero, la obra de López fue prohibida y censurada. Se temía que su música y su mensaje de alegría y liberación pudieran influir negativamente en la sociedad. Como resultado, la partitura original se ocultó y se mantuvo en secreto.


Sin embargo, a lo largo de los años, se corrieron rumores de que un cura, tal vez en un acto de rebeldía artística, había escondido la partitura en los sótanos del Monasterio de Montserrat. La idea de que esta obra maestra musical pudiera sobrevivir en secreto, incluso en un lugar tan inesperado como un monasterio, agregó un aura de misterio y aventura a la historia.


"La Danza de los Músicos Borrachos" se convirtió en una leyenda perdida en el tiempo, una fábula sobre la creatividad y la expresión artística que desafía las convenciones y busca la liberación del espíritu humano. La búsqueda de esta composición prohibida y su eventual redescubrimiento se convirtió en un anhelo para los amantes de la música y la libertad artística, un deseo de rescatar un tesoro musical que desafió las normas de su época.


En el misterioso rincón de la ciudad, donde la moral se desvanecía con la llegada de la noche, se celebraba una danza conocida solo por unos pocos. Los lugareños la llamaban "La Danza de la Liberación", pero en susurros, se referían a ella como "La Danza de los Borrachos", un nombre que ocultaba su verdadera esencia.


(Verso 1) En el burdel clandestino, bajo luces de velón, Los borrachos de la vida, encuentran su canción. La moralidad se esconde, en la penumbra y el vino, En la Danza de los Borrachos, encontramos el camino.


(Coro) ¡Borrachos de la vida, en la danza se pierden! En esta noche de lujuria, nuestros corazones arden. La censura nos persigue, pero aquí encontramos voz, En la Danza de los Borrachos, somos libres con pasión.


(Verso 2) Los cuerpos se entrelazan, en pasos desenfrenados, La música y el éxtasis, nos tienen atrapados. La sociedad nos condena, por buscar la profanación, Pero en esta danza prohibida, hallamos redención.


(Coro) ¡Borrachos de la vida, en la danza se pierden! En esta noche de lujuria, nuestros corazones arden. La censura nos persigue, pero aquí encontramos voz, En la Danza de los Borrachos, somos libres con pasión.


Esta "Danza de los Borrachos" era un secreto compartido entre aquellos que buscaban una liberación de las restricciones sociales y morales. Inspirada en la vida bohemia y la búsqueda de la pasión, la danza representaba un desafío a las convenciones de la sociedad, un acto de rebeldía oculto en las sombras de la noche.


Hay sospechas de que la célebre bailarina Lola Montes realizara alguna función privada en su tierra natal, Irlanda, con esta danza.


Investigaciones recientes, por un texto hallado por superopera en el Rastro madrileño que menciona a 4 célebres artistas de la Corte de Carlos IV, bailando danzas prohibidas, apuntan a que los 4 locos protagonistas de la Ópera de F. M. López, " El Disparate O La Obra De Los Locos", bien pudieran ser en realidad o estuvieran en cierta medida inspirados, en este grupo de artistas: Goya, Bocherini, Farinelli y López. Ciertamente tomados, es decir, bebidos.


‌Todo esto también puede ser puro chisme de lenguas que buscaban la notoriedad por medio del escándalo, ya que según dejó escrito Josef Severio, López fue un humilde, respetuoso y fiel cumplidor de sus tareas.



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