Don Paralipomenón en Los Locos
- Cochuchi
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[Acto I – Escena I de la “Obra de los Locos” de Félix Máximo López (1742-1821)]]

LOCO 3º
¿Quién va allá?
Responded pronto
LOCO 4º
¿Decís a mí?
LOCO 3º
No señor.
¿Quién sois vos?
Decidlo presto.
LOCO 1º
Don Paralipomenón.
LOCO 4º
¿Y a qué venís?
LOCO 1º
A un asunto de gran consideración.
LOCOS 1º, 3º Y 4º
Chi, chi, chi, chi.
LOCO 1º
Vi parlo all’olandese
da galantuom favello.
Il si deve esser quello,
deve esser quello il no.
LOCO 4º
Pirpirigaña
bárreme esta casa.
¿Con qué la barreré?
Con la mano cortada.
Eso no sé yo.
LOCO 3º
Si te aprietan el cuello,
quisiera verlo yo.
LOCO 1º
¡Oh! Taci, ¡oh! Taci,
¡Oh Tacio! Chio cospetto.
Ah merita rispetto
e commensale e amico.
Sdegnarmi
¡Oh Diononso!
LOCO 3º
Todo eso es paja,
saca la caja,
danos un polvo
y á Dios quédate.
LOCO 1º
Havete un Padre imné
e di qual che enemico
io vi difenderó.
¡Oh! Fosser tutti simile
son pieno di furore.
Bestia, dime peggiore
nel mondo non si ve.
LOCO 3º
Decodín, decodán,
de la vara cordobán.
El tercero ballestero,
eres un grande embustero,
pero mayor lo soy yo.
Decodín, decodán,
de la vara cordobán.
El tercero ballestero,
eres un grande embustero
y perdone su mercé.
Don Parlipomenón es un personaje ficticio mencionado en tono burlesco en la novela Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. El nombre aparece como una parodia de los grandilocuentes títulos y nombres de caballeros andantes que abundaban en los libros de caballerías, género que Cervantes satiriza a lo largo de la obra.
El término "Parlipomenón" (más correctamente, "Paralipómenos") alude a los libros bíblicos de Crónicas, llamados así en la tradición latina y griega, y significa "cosas omitidas" o "suplementos". Cervantes utiliza este nombre ficticio para ridiculizar la tendencia de los libros de caballerías a emplear nombres exagerados y rimbombantes para sus protagonistas y aventuras.
Por tanto, Don Parlipomenón no es un personaje real ni tiene un papel en la trama, sino que representa una invención humorística de Cervantes para criticar y parodiar los excesos del género caballeresco. Es un ejemplo del ingenio cervantino para burlarse de los tópicos literarios de su época.
Se encuentra en la Segunda Parte, Capítulo XL. El pasaje corresponde a una queja de Sancho Panza sobre cómo los historiadores suelen olvidar a los escuderos en las hazañas caballerescas:
"Pero ¡que escriban a secas «Don Paralipómenon de las Tres Estrellas acabó la aventura de los seis vestiglos», sin nombrar la persona de su escudero, que se halló presente a todo, como si no fuera en el mundo!".
Este fragmento ilustra el tono humorístico y paródico con que Cervantes juega con los nombres y títulos de los caballeros andantes.
El nombre Tacio puede referirse a diversas figuras históricas. Tito Tacio, rey mitológico de los Sabinos. Después del rapto de sus súbditas por Rómulo, declaró la guerra a los raptores.
Aquiles Tacio, natural de Alejandría, escritor de la época bizantina, de mitad del siglo II/III. Es conocido por haber legado una novela erótica llamada Leucipa y Clitofonte.
De los dos escojo el primero por tratarse de un personaje mitológico al igual que Dioniso.
Diononso (italiano antiguo):
En la mitología griega, Dioniso (en griego: Διόνυσος, transl.: Dionysos) es uno de los considerados dioses olímpicos, es el dios de la fertilidad y el vino. Hijo de Zeus y Sémele. Nieto de Harmonía y bisnieto de Afrodita, sin embargo, otras versiones afirman que era hijo de Zeus y Perséfone.
Dioniso era inspirador de la locura ritual y el éxtasis. Un personaje importante de la mitología griega. Aunque los orígenes geográficos de su culto son desconocidos, casi todas las tragedias lo presentan como «extranjero».
Es el dios patrón de la agricultura y el teatro. También es conocido como el ‘Libertador’ (Eleuterio), liberando a uno de su ser normal, mediante la locura, el éxtasis o el vino. La misión divina de Dioniso era mezclar la música del aulós y dar final al cuidado y la preocupación. Los investigadores han discutido la relación de Dioniso con el «culto de las almas» y su capacidad para presidir la comunicación entre los vivos y los muertos.
El nombre Dionysos es de significado incierto. Su elemento -nysos bien puede ser de origen extra-heleno, pero dio- ha sido relacionado desde antiguo con Zeus (genitivo Dios). Para los autores griegos, Nisa era una ninfa que lo crio, o la montaña donde era atendido por varias ninfas (las Nisíades), que lo alimentaron y lo hicieron inmortal por orden de Hermes.
El séquito de Dioniso era llamado el tíaso, y estaba formado principalmente por las ménades (sus compañeras de orgía).
Otro mito dionisíaco aparece en el credo del orfismo, donde los antiguos Titanes matan al pequeño dios Dioniso, hijo de Zeus y Perséfone, luego de atraerlo con brillantes juguetes hacia una trampa, después es descuartizado, cocido y devorado. Entonces, Zeus castiga y fulmina con su rayo a los Titanes, pero como el corazón de Dioniso no fue devorado, del corazón resucita el hijo de Zeus. De las cenizas de los Titanes y la tierra surgen los seres humanos, que poseen un componente titánico y otro dionísíaco, al nacer con algo de la antigua culpa de la muerte del dios Dioniso, por lo que deben purificarse al evitar el derramamiento de sangre de hombres y animales. De este modo, al final de la existencia, su alma es liberada del cuerpo (casi tumba y cárcel), para reintegrarse al mundo divino de donde procede.
Posteriormente fue conocido por los romanos como Baco y el frenesí que inducía, bakcheia.
Decodín, decodán, de la vara cordobán… Recuerdo desde niño como una frase relacionada con el juego infantil. Por lo menos en Madrid se utilizaba, y López la pudo haber recogido/recopilado de los dichos populares antiguos. Aquí un pdf de un dicho similar popular en Pontevedra:
El tercero Ballestero, parece referirse a un cargo de a finales del siglo XVIII, el de Ballestero de Su Majestad, relacionado con el cuidado de las armas, armero, arcabucero, ballestas, cargo considerable para la época. Por “tercero” pudiera referirse a indicar a una tercera persona o el tercero de los ballesteros en rango. También tiene connotaciones de dicho o frase popular antigua.
Sobre la siguiente estrofa:
¡Oh! Fosser tutti simile
son pieno di furore.
Bestia, dime peggiore
nel mondo non si ve.
La traducción al español moderno de la estrofa en italiano antiguo:
¡Oh! Si todos fueran semejantes, estoy lleno de furia. Bestia, dime, peor en el mundo no se ve.
Explicación de la traducción
· ¡Oh! Fosser tutti simile" ¡Oh! Si todos fueran semejantes" ("Fosser" es una forma arcaica de "fossero", subjuntivo de "ser" o "estar" en italiano; "simile" significa "semejantes" o "iguales".)
· son pieno di furore. "Estoy lleno de furia."("son" es una forma arcaica de "sono" = "soy/estoy"; "pieno di furore" = "lleno de furia".)
· Bestia, dime peggiore. "Bestia, dime, peor" ("Bestia" = "bestia"; "dime" = "dime"; "peggiore" = "peor".)
· nel mondo non si ve. "En el mundo no se ve." ("nel mondo" = "en el mundo"; "non si ve" = "no se ve".)
La estrofa previa aporta información clave para interpretar el significado y la voz del poema. Analicemos la nueva estrofa:
Havete un Padre imnée di qual che enemicoio vi difenderó.
Traducción al español moderno
Tenéis un Padre indigno y de cualquier enemigo yo os defenderé.
Análisis del significado
Como la voz (LOCO 1º) que habla en las estrofas es la de, se supone, un caballero andante (Don Paralipomenón), la interpretación cobra mucho sentido dentro del contexto de la literatura medieval y renacentista.
Explicación desde la perspectiva del caballero andante
1. Tono de protección y justicia
El caballero andante es un arquetipo literario caracterizado por su compromiso con la defensa de los débiles y la lucha contra el mal. En la primera estrofa:
Havete un Padre imnée di qual che enemicoio vi difenderó.
El caballero reconoce que la persona a la que se dirige proviene de un linaje o tiene un padre "indigno" o "infame", pero aun así promete defenderla contra cualquier enemigo. Esto es muy propio de los ideales caballerescos: proteger a los inocentes o a quienes han caído en desgracia, sin importar su origen.
2. Condena del mal
En la segunda estrofa:
¡Oh! Fosser tutti simileson pieno di furore.Bestia, dime peggiorenel mondo non si ve
El caballero expresa su furia y desprecio hacia una "bestia" o un ser malvado, a quien considera lo peor del mundo. Esta "bestia" puede ser un enemigo, un monstruo literal o simbólico, o una representación del mal contra el que lucha. En las últimas escenas de la Ópera (tercer acto) se menciona a una bestia que hace alusión a Plutón, esto es, el diablo.
3. Contraste caballeresco
El contraste entre la compasión hacia el necesitado y la condena al mal es una característica central de los caballeros andantes, quienes suelen ser misericordiosos con los inocentes y despiadados con los malvados.
4. Ejemplo literario
En obras como "Orlando Furioso" de Ludovico Ariosto o los romances de caballería españoles, los caballeros suelen enfrentarse a monstruos, villanos o injusticias, y sus discursos mezclan la promesa de protección con la condena a los enemigos.
Conclusión
La voz es coherente con la de un caballero andante:
· Ofrece protección incluso a quienes tienen un origen dudoso, cumpliendo su código de honor.
· Expresa furia y desprecio hacia el mal, representado por la "bestia".
· Muestra el ideal caballeresco de justicia y misericordia.
pizpirigaña
De or. inc.
1. f. Juego de muchachos que consiste en pellizcarse suavemente las manos unos a otros.
En la tabla central de El carro de heno de El Bosco una serie de figuras híbridas arrastran el carro hacia el infierno. Estos hombres mitad leones, mitad perros o mitad osos representan en el cuadro la lujuria, la avaricia, la brutalidad y diversos pecados sociales, y su presencia era habitual en los primitivos desfiles carnavalescos, en los que la voluntad primordial de invertir el orden de la naturaleza se mostraba así.
La animalización del ser humano como motivo de carnaval –presente hoy en la ritualidad carnavalesca de muchos territorios– ha tenido una supervivencia peculiar en el caso de uno de los personajes de El carro de heno, el hombre-pez, encarnación mitológica de lo terrible y perverso de lo acuático, y naturalmente vinculado a las sirenas y sus connotaciones lujuriosas.
La iconografía del hombre-pez en la órbita del carnaval ha derivado en el secular y festivo Entierro de la sardina, que ya Goya pintara ilustrando la celebración principal del Miércoles de Ceniza, es decir, el simbólico fin del mundo al revés y de la transgresión y el comienzo de la Cuaresma. Pero el pez carnavalesco de El carro de heno ha tenido también una supervivencia más oculta en algunas retahílas y canciones infantiles, ésas que hablan del Pez pecigaña, convertido en nuestra memoria lúdica en Pipirigaña o Pipirigallo.
Ver:
La retahíla para jugar con las manos o sortear a los participantes del juego dice más o menos así: “Pipirigaña / mata la araña, / un cochinito / bien peladito. / ¿Quién lo peló? / La pícara vieja que está en el rincón / comiendo gazpacho con un cucharón”. De su existencia tenemos testimonios desde el siglo XVII. Quevedo lo menciona en El Buscón (1626) diciendo que “si se jugaba algún juego era siempre el de pizpirigaña por ser cosa de mostrar las manos”; y el Diccionario de Autoridades (1726-1739) define la voz «Pizpirigaña« como “juego con que se divierten los muchachos porque lo hacen diciendo ciertas palabras y dándose pellizcos en las manos”.
Como tantas otras piezas poéticas de la tradición oral infantil, la retahíla de Pipirigaña guarda bajo su aparente sinsentido algunos de los significados e imágenes más ancestrales, perdidos ya en el mundo adulto y subordinados en el mundo de los niños al juego de la rima.
El protagonista de la retahíla, Pipirigaña, ejecuta el gesto de “matar una araña”, burla de la heroicidad caballeresca habitual en los antiguos desfiles carnavalescos, de los que también hemos heredado la figura similar del Sastrecillo valiente, ése que mató “siete (moscas) de un golpe”, alcanzando así fama y gloria eternas. Formando parte de la misma comitiva aparece “un cochinito bien peladito”, más que evocador de otra de las figuras centrales de las carnestolendas medievales, el hombre-cerdo, ataviado siempre de una calvicie simulada de la que colgaban unos pocos pelos, los cuales, a su paso, iba arrancando la chiquillería como chanza y jolgorio. Completando la escena, “la pícara vieja que está en el rincón”, a la que presentimos luctuosa, malhumorada y ajena a la alegría del desfile, no puede ser otra que Doña Cuaresma, que espera paciente a que acabe el desorden festivo y dé comienzo su tiempo de tristeza.
Tenemos pues en nuestra memoria y en nuestra palabra el don del Carnaval y esas cabalgatas ostentosas, ruidosas e institucionalizadas nos lo van mermando, nos quitan del desfile, no nos dejan tirar del carro de heno y –como Doña Cuaresma– aguardan pacientemente a que se nos hiele la risa.
Juego con que se divierten los muchachos, pellizcándose suavemente en las manos unos a otros.
Queridos lectores, el increíblemente adictivo juego de la pizpirigaña consiste nada menos que en colocar las manos con las palmas hacia abajo y los dedos extendidos con el fin de que otra persona los pellizque suavemente a la vez que canturrea una canción citando una serie de eventos que se suceden y mencionan en orden, por ejemplo...
Pizpirigaña vino la araña por su sabanita para la arañita; vino la paloma de su palomar, pero vino la sal, sal menuda para la cuba. Cuba de barro, tapa caballo, caballo morisco tapa de Obispo, Obispo de Roma tapa esa corona que no se la coma la cuca rabona.
Bien, finalizada esta delicada operación de canturreo, el dedo en el que acabe la canción, se esconderá y volverá a repetirse la retahíla... así hasta que quede un solo dedo victorioso y ganador cuyo dueño dirigirá la nueva ronda...
Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas (1580-1645) fue un noble, político, y destacado escritor del Siglo de Oro español, del que tomamos un fragmento de su genial novela: La Historia de la vida del Buscón para ilustrar esta palabra:
Determinéme de ir a una posada, donde hallé una moza rubia y blanca, miradora, alegre, a veces entremetida y a veces entresacada y salida; zaceaba un poco; tenía miedo a los ratones; preciábase de manos y por enseñarlas siempre despabilaba las velas, partía la comida en la mesa, en la iglesia siempre tenía puestas las manos, por las calles iba enseñando siempre cuál casa era de uno y cuál de otro, en el estrado, de contino tenía un alfiler que prender en el tocado, si se jugaba a algún juego era siempre el de pizpirigaña, por ser cosa de mostrar manos.
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