La calzetera social
- Cochuchi
- hace 4 días
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[En la Escena II del Acto I del libreto de la "Obra de los Locos" - Félix Máximo López (1742-1821)]
LOCO 1º
Yo tengo una calzetera
trabajando en mi portal,
que es de la calle y el barrio
la Gazeta más puntual.
Una calzetera del siglo XVIII era una mujer que se dedicaba a la fabricación, reparación o venta de medias, calcetas y calzas, prendas fundamentales en la indumentaria de la época. El término aparece en diccionarios y glosarios antiguos como sinónimo de calcetera, y designaba a la artesana especializada en este tipo de prendas tejidas, generalmente de lana, algodón o seda.
En el contexto social y económico del siglo XVIII, muchas mujeres ejercían este oficio dentro del sistema doméstico, trabajando desde sus hogares y contribuyendo así a la economía familiar, especialmente en zonas donde el trabajo agrícola era insuficiente o estacional. Las calzeteras podían vender sus productos directamente o a través de mercados y tenderos.
Solían trabajar de manera artesanal, tejiendo a mano las prendas con agujas, generalmente de lana, algodón, hilo o, en modelos más lujosos, de seda. Estas prendas podían ser lisas o decoradas con dibujos, calados o bordados sencillos, reflejando tanto la función práctica como el sentido estético de quien las confeccionaba. El oficio de calzetera era considerado un trabajo especializado dentro del ámbito de los oficios textiles, y en algunas regiones constituía una pequeña pero significativa industria artesanal.
En resumen, una calzetera era una artesana textil dedicada a hacer y componer medias y calzas, desempeñando un papel relevante en la vida cotidiana y la economía doméstica del siglo XVIII.
· Gazetera (o gacetera): persona que vende o vocea gacetas, periódicos o boletines informativos, normalmente en la calle, plazas o mercados, anunciando las noticias a viva voz.
López primero escribió Gacetera, pero lo tachó y corrigió por Calzetera. Esto considero que es una prueba más de cómo se preocupa de buscar el significado oculto, puesto que no se debe considerar un error ya que lo lógico sería pensar que una gazetera repartiese la Gazeta (el diario de la época) puntualmente.

Una calzetera podía perfectamente trabajar en un portal, una portería o en una pequeña tienda anexa a un portal en el Madrid del siglo XVIII. Las fuentes históricas muestran que muchas mujeres dedicadas a oficios artesanales y a la venta de productos textiles ejercían su actividad en espacios domésticos o semipúblicos, como portales, zaguanes o pequeñas tiendas abiertas a la calle, especialmente en barrios populares y zonas de mucho tránsito.
En el caso concreto de Madrid, se documenta que mujeres con oficios similares (como calceteras, costureras, vendedoras de ropa usada, etc.) instalaban sus puestos o talleres en portales o espacios anexos a viviendas, aprovechando la afluencia de vecinos y transeúntes para vender sus productos. Esto era habitual en una ciudad donde el trabajo femenino se integraba en la economía familiar y en la vida cotidiana de las calles y barrios.
Por tanto, no solo es posible, sino que era una práctica común: una calzetera podía vender o trabajar en un portal, igual que otras vendedoras ambulantes o de pequeño comercio, aunque su producto fueran medias y calcetas y no gazetas.
Es completamente verosímil que las calzeteras, mientras ejercían su oficio en portales o pequeñas tiendas, participaran activamente en el intercambio de noticias, chismes y novedades con el vecindario. El Madrid del siglo XVIII era una ciudad de intensa vida callejera y vecinal, donde la proximidad física de los distintos grupos sociales favorecía la circulación constante de rumores, cotilleos y noticias de actualidad.
Los portales, zaguanes y soportales eran espacios de encuentro cotidiano, especialmente para mujeres dedicadas a oficios artesanales o a la venta de productos, como las calzeteras. Allí no solo se vendían medias y calcetas, sino que también se compartían las últimas novedades, comentarios sobre la vida pública y privada de los vecinos, y todo tipo de chismes que alimentaban la vida social del Madrid castizo. Esta costumbre de conversar y cotillear en espacios públicos o semipúblicos era tan característica que incluso existían lugares específicos, como los mentideros, donde la gente se reunía expresamente para intercambiar noticias y rumores.
En definitiva, la imagen de una calzetera que, mientras trabaja en su portal, charla y comenta con el vecindario las noticias y chismes del momento, refleja de manera fiel el ambiente social y la cultura urbana de Madrid en el siglo XVIII.
La costumbre de reunirse en portales, plazas, mentideros y otros espacios públicos para intercambiar chismes, rumores y noticias en el Madrid del siglo XVIII puede considerarse, en efecto, uno de los fundamentos sociales y culturales que dieron origen a la prensa de cotilleo, la prensa amarilla y, posteriormente, a las revistas del corazón y programas de televisión centrados en la vida privada de personajes populares.
En aquellos tiempos, los mentideros eran lugares clave donde la gente de todas las clases sociales se mezclaba para compartir información, opinar sobre los sucesos del día y, sobre todo, propagar rumores y cotilleos, muchas veces sin base comprobable. Esta dinámica de transmisión oral de novedades y chismes generaba un ambiente donde la curiosidad por la vida ajena y el afán de saber lo último sobre personajes conocidos eran ya una parte esencial de la vida urbana.
Con la llegada de las primeras gacetas y periódicos, estas prácticas se trasladaron al papel: publicaciones como la Gaceta de Todas Partes (1726) o El Duende Crítico de Madrid (1735) ya recogían y parodiaban los sucesos y cotilleos que circulaban por la ciudad, mezclando noticias reales con rumores y sátira, y atrayendo a un público ávido de novedades y escándalos. Así, la prensa escrita no solo informaba, sino que entretenía y alimentaba la misma curiosidad y morbo que antes se satisfacía en los mentideros y portales.
Esta evolución social y mediática es el germen directo de la prensa del corazón y la prensa amarilla moderna, que siguen explotando el interés por la vida privada, los amores, desdichas y aventuras de personajes populares, tal como ocurría en los corrillos y tertulias del Madrid castizo del siglo XVIII.
Los mentideros eran, sin duda, los lugares más reconocidos y formales para el intercambio de rumores y noticias, pero en la vida cotidiana, eran las calzeteras (y otras vendedoras y artesanas instaladas en portales, zaguanes y esquinas) quienes actuaban como auténticas “antenas sociales”.
Calzeteras: nodos de información y rumor
· Punto de encuentro: Las calzeteras, al estar situadas en portales o tiendas abiertas a la calle, interactuaban constantemente con vecinos, clientes y transeúntes de todo tipo.
· Red de difusión: Recibían información de primera mano tanto de sus clientas como del ir y venir de la gente, y, gracias a su trato directo y cotidiano, podían enterarse antes que nadie de cualquier novedad, suceso o escándalo.
· Velocidad y alcance: Al comentar con cada nueva persona que pasaba, multiplicaban la velocidad con la que los rumores se extendían, convirtiéndose en verdaderos “altavoces” del barrio.
· Influencia social: Su papel era tan relevante que, en ocasiones, podían incluso moldear la opinión pública local o contribuir a la fama (o infamia) de algún personaje del vecindario.
De la calzetera al fenómeno mediático
Esta función de las calzeteras y otras vendedoras como difusoras informales de rumores es, en esencia, un antecedente directo de los mecanismos de la prensa de sociedad y del cotilleo: la información más jugosa y comentada no siempre nace en los grandes mentideros, sino en esos pequeños núcleos donde la vida cotidiana se mezcla con la curiosidad y la necesidad de conversación.
En resumen:
Aunque los mentideros eran los centros oficiales del chisme, las calzeteras y otras vendedoras de barrio eran, probablemente, las primeras en enterarse y en propagar los rumores, funcionando como una red social viva y eficaz mucho antes de la llegada de la prensa y los medios de comunicación modernos.
Conclusión final
El mensaje oculto aquí es como con un juego de palabras, calzeteras por gazeteras, López nos describe el modus vivendi del barrio madrileño, la manera con la cual las noticias “veladas” o un poco delicadas, llámense “rumores”, volaban de casa en casa sin necesidad de comprar periódicos (Gazetas), u otros medios de comunicación que nos hicieran llegar como hoy, sus notificaciones.
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